sábado, 8 de agosto de 2015

CARTAS DE UN ADMIRADOR ANONIMO

              Eran las siete de la mañana, y todavía algo dormida no acertaba con  la llave para abrir la tienda observando que habían echado una carta por debajo de la puerta.
             No tenía remite, ni remitente… y sin entender por qué,  no me atrevía a abrirla.
             
            Aunque la curiosidad me invadía, dejé chaqueta y bolso en su sitio, encendí las luces, el ordenador y empecé mi rutina diaria.
         
           Ya todo en orden, pero sin preparar los bocadillos para los desayunos,  la tenía ante mis ojos y su lectura me dejó impactada.
            
           Un caballero anónimo halagaba con gran espontaneidad la forma de desenvolverme en mi negocio:
....el estilo que utilicé para decorarlo, la luz y la calidez que desprendía cada rincón, la forma de atender al público y el detalle de poner día a día una frase en el escaparate, visible para todo el que pasara y que fuera fuente de inspiración, de consuelo, esperanza, amistad, de amor y de vida.
Comentó que cada noche salía a pasear y pasaba por delante expresamente para leerla.
Me felicitaba por saber crear un ambiente tan…“diferente”  en el que estaba claro que mi ESENCIA personal era el sello que lo impregnaba y enmarcaba.

            No vamos a negar que  estas cosas nos activan el ego, y enseñé la carta a mis clientas y amigas con las que a diario compartíamos confidencias.

            Después del tiempo que llevaba al frente de la tienda yo sola, el agotamiento y a veces la  frustración por no llegar a las expectativas esperadas empezaban a hacer mella en mí,  y aquel escrito fue una inyección de fuerza para seguir con mi lucha.

             Al día siguiente encontré otra… distinta, pero también preciosa, elegante y con un lenguaje sencillo, ameno y agradable,  en la que añadió un texto escrito por él mismo, alegando que escribir era una de sus aficiones.

             Y así varias, día tras día, y aunque siempre fueron muy correctas, llegaron a intimidarme.

            El problema estalló cuando comprobé que a mi pareja no le hacían ninguna gracia aquellas misivas,  hasta el punto que me pidió que me deshiciera de ellas si verdaderamente no significaban nada para mí.

             Intenté que entendiera que podíamos desconocer que hubiera una segunda intención por parte de aquella persona que escribía las cartas, pero que si de algo teníamos que estar seguros era de mi AMOR incondicional hacía él, de mi HONESTIDAD, y de la certeza que nuestra convivencia se basaba ante todo en CONFIANZA y  RESPETO mutuo.

             Pero los celos ciegan, así que, para demostrarle que aquellas cartas eran solo papel, las rompí tal como me pidió.

            Aquella noche, antes de cerrar la tienda, cambié la frase del día por ésta:







….Y ya no recibí ninguna más…

…Y al explicaros la historia y recordarlo me invade la tristeza, incluso la rabia… porque la vida es tan irónica que HOY mi pareja ya no está conmigo y tampoco puedo releer aquellas notas, que al fin y al cabo, eran un pedacito de mis vivencias, una pequeña “anécdota” sin importancia, pero que nadie tiene derecho a hacer desaparecer para sentirse mejor.


 La razón de los celos no es la falta de confianza en quien amas, sino en ti mismo

            
         

1 comentario:

  1. Preciosa historia,triste final...........Nadie tiene derecho a robarte tus recuerdos ni momentos de la vida.....Yo creo que los celos son el CANCER de las parejas :(

    ResponderEliminar